El pastor y su bardino
Cogió el camino de los guaniles, una vereda más peligrosa pero más corta, que le haría llegar antes al valle. Lorenzo era joven y fuerte, y como todos los pastores manejaba el regatón con soltura y fijeza, dando saltos barranco abajo hasta alcanzar la casona de los Iriarte. Su bardino, que se llamaba Rolo, lo seguía sin problemas por la ladera imitando y siguiendo los brincos de su amo, sin interrumpir su bajada, aunque a veces se alejaba de él para golisnear en la puerta de las cuevas y corrales que aparecían a su paso. A Lorenzo le bastaba una mirada o un silbo para que Rolo volviese a su lado.
Cogió el camino de los guaniles, una vereda más peligrosa pero más corta, que le haría llegar antes al valle. Lorenzo era joven y fuerte, y como todos los pastores manejaba el regatón con soltura y fijeza, dando saltos barranco abajo hasta alcanzar la casona de los Iriarte. Su bardino, que se llamaba Rolo, lo seguía sin problemas por la ladera imitando y siguiendo los brincos de su amo, sin interrumpir su bajada, aunque a veces se alejaba de él para golisnear en la puerta de las cuevas y corrales que aparecían a su paso. A Lorenzo le bastaba una mirada o un silbo para que Rolo volviese a su lado.
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