Desde 1678 y durante el siglo VIII, estuvo vigente la aplicación sobre Canarias del llamado TRIBUTO DE SANGRE, que supuso la salida de muchas familias isleñas hacia América:
"...los puertos canarios estaban autorizados al comercio con las Antillas de productos del país, como el vino, pero a cambio de llevar cinco familias canarias de cinco personas por cada cien toneladas de mercancías, bajo pena de pagar 2.400 maravedís por cada tonelada que no se correspondiese con una familia. Los grupos de isleños eran destinados a la repoblación de ciudades o a la fundación de nuevas en diversos lugares de las colonias españolas, como Cuba, la República Dominicana, donde se crearon más de veinte fundaciones canarias, Puerto Rico, pero también al sur, como Uruguay. Algunos con suerte se escapaban de la dureza del viaje y las condiciones del conocido tributo de sangre en las escalas previas, en La Habana y otros puertos."
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